lunes, 9 de enero de 2017

8º AFRICA

ÁFRICA
La víspera de salir de viaje para África me hicieron un reportaje para la televisión en el aeropuerto Cuatro Vientos de madrid, para el que sacaron del hangar el avión que en el año que yo nací (1933) fue de Madrid a Manila.Según me dijeron el otro avión azul era del año 27.                                    
La furgoneta salió en barco del muelle de Valencia para Mombasa y yo en avión hacia Kenia, atravesando el desierto del Sáhara. Desde arriba se veía como un mar con sus olas formadas por el viento... ¡Sorpresa! Las nieves del Kilimanjaro. 



                                             Con mis nietas Tania y Carlota.
Mientras me entrevistaba el periodista,mis nietas tenían frío. En esta foto puede apreciarce la actitud protectora de la mayor.


En el aeropuerto me esperaba un joven llamado Topo, amigo de las hijas de unos amigos, con una invitación para el día siguiente en la embajada de España en Kenia, día de la Hispanidad (12 de octubre).



Con la esposa del embajador.
                                                          Con Topo un joven encantador.
 Como nada es casualidad, allí contacté con las misioneras que luego me irían dando sus direcciones por la ruta prevista.


De sobremesa, Topo me presentó a sus amigos. Cuando le llegó el turno al negrito que casi no se ve en el centro, con mucha gracia,  dijo "yo Catalan".

Al día siguiente, en otro avión, fui a Mombasa a recoger la furgoneta. Caundo salí del hotel para ir a la agencia todas las personas con las que me cruzaban me decían: "Caribú Mamma" (Bienvenida). Es lo más bonito que te puede pasar al llegar a un país desconocido.

Ambiente de domingo a la salida de misa.

Una sastrería como las que se veían antiguamente en España.

El camión que llevaba mi casa.

Curioseando.



Ofreciéndome una Coca Cola.

Un momento feliz con toda aquella buena gente.








Me acercaban los niños para fotografiarlos con la mujer blanca. Allí la mujer no llega a tener edad para tener canas. 



Este grupo acababa de llegar de Madrid y habían visto el reportaje del aeropuerto en televisión.

Dedicándoles mi libro.

Una oreja a la última moda.


Con la tribu de los Masai.


Un alemán afincado en África.

Un ave posada como un grímpola.





Vigilando a los cocodrilos.

Un amanecer desde dentro de mi casa en el desierto africano.

En la casa de Karen Blixen (Memorias de África), que estaba justo al lado de la residencia de las misioneras. 


Una de las misioneras era de Pamplona, donde ese mismo año estuve en la fiesta de San Fermín, quedando situada justo sobre de la urna donde estaba el Santo, como puede verse en la foto siguiente. Además pude grabar el canto "a San Fermín venimos...". Al ponerle la grabación a la Hermana esta se mostró tan emocionada como se ve en la foto. 




Sacando agua de un pozo.

       Como una gran dama.


En Dar es Salaam. Con el Embajador.
En casa de una asturiana cuyo marido trabajaba en la embajada.

Con sus patinetas artesanas.

En el Hospital del Sida de Lilongwe.

Allí me encontré con Inmaculada, una canaria de Firgas (Gran Canaria). Me quedo sin palabras para describir su gran labor.



Esta mujer recuerda a la virgen del cuadro


                                                              Inmaculada
Una operación en el quirófano.


Inmaculada con un niño quemado.

Visitaba a tod@s los enfermos cada día
Ahora pasamos a la cocina



De pequeña me dijoron que los negro tenian unos grandes calderos para guisar a los blancos y estos calderos me lo recordaron




Ya en la despedida.

Con dos jóvenes americanas y la señora de compañía.



Una semilla del árbol de la foto anterior.

 
Me dijeron que eran termitas, pero yo no lo comprobé.

 
En casa de las americanas.


En la frontera, saliendo de Lilongwe. Como se puede observar, eran la mar de amables.
                                        Nunca tuve problemas en ninguna frontera.

Mujeres Herero.


LAS CATARATAS VICTORIA




Comenzando a atravesar el desierto del Kalahari por el Norte hacia el Oeste, para visitar a la tribu de los Himba.

La única persona que me encontré en este trayecto.





Colaboración de los electricistas que estaban colocando la red eléctrica hasta la capital.

En Windhoek contemplando una puesta de sol sobre el desierto.



Una Welwitschia, planta típica de Namibia.
                                        decian que era la planta mas vieja del mundo.
                                          que le crecian los brazos asta encontrarse con otra.
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La joven de la foto es la directora de la casa de España en Swakopmund.

Con las abuelas que venían de los poblados para fijar la dote de las jóvenes casaderas.

                            Turistas australianos que viajaban con su casa completa.                        

Turistas australianos que viajaban con su carabana.No faltaba la cocina.


Llegando a la tribu de los Himba.









Un saumerio para ahuyentara a los malos espíritus.








Con un envoltorio del rollo de fotos y los dos pins de la isla del Hierro.



Atravesando de nuevo el desierto del Kalahari por el Sur en dirección Este.

Un nido de pájaros comunitario ¡Todos piando a la vez!
Era toda una orquesta. 

Bajo un precioso cielo de un azul intenso con unas nubes blancas que parecían juntarse en el horizonte en todas direcciones. Era tal la grandiosidad del paisaje que no sabía si el corazón se me encogía o se me expandía.

Llegando a Pretoria.

Esta foto fue sacada desde el edificio de la presidencia del gobierno, donde me colé.

La joven de mi derecha, que trabajaba en la embajada, me invitó a ver una película española subtitulada en inglés con sus amigas. Resultó ser sobre la vida de San Antonio de Padua.


No hace falta decir que lo pasamos fenomenal.

Llegando a Johannesburgo.

Centro Comercial.


Simpática escena de los negritos en la piscina. Al principio el contraste resulta impactante, luego uno se habitúa y lo encuentra de lo más natural.


Autoinvitándome a un café.

Por la costa, camino de Ciudad del Cabo.

En la embajada con Palmira, la Canciller, y su ayudante.

Invitada por el embajador en un Club.

Una cena en su casa.


Cenando con un grupo de hispanohablantes.

Simpático recipiente para el refresco.


Con Palmira curiosenado las tienditas típicas de la zona.


                         
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FOTODESAPARECIDA DELA MUJER




Un centro comercial.



Planta típica de Sudafrica.

Una vela apoyada en pipas.

Decoración navideña a base de frutas.

De todas la notas que me dejaban en el parabrisas, esta me hizo reír.



La joven de mi derecha es Pamela.




Visitando la fábrica de cerveza de Ciudad del Cabo para cumplir el encargo de un coleccionista.

Cinco ciclistas que habían salido de Madrid tenían la ilusión de ver si me encontraban. Por fin lo consiguieron.



Bola del mundo hecha con la llamada Piedra de Jabón, autóctona de África.



En la celda de Nelson Mandela.





Subiendo al faro de Buena Esperanza.

Postal de Ciudad del Cabo, desse donde envié mi coche a Ghana y yo fui en avión a pasar las Navidades a España con mis hijos.


Recién llegada a Ghana, mientras esperaba a que me entregaran la furgoneta conocí a un grupo Y lopasabamos fenomenal  la drectora del Hotel una oven de la enbajadatinerfeño afincado en Ghana y un periodista de una revista americana.
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En la aduana. Yo no exagero el acogimiento de esta gente, a la vista está.


Lavando el coche.

No me canso de repetir la amabilidad con la que me entragaron el coche: lleno de combustible, lavado y limpio como una patena.

Todo el comercio está en la calle. Lo mismo te ofrecen un cepillo de dientes que un avión o cualquier cosa que te imagines. 

Habían talado unos árboles y todos los muerciélagos volaban de día. Eran tan grandes como palomas, por eso son tan destructivos para las cosechas de cacao.

Conociendo a una tribu local.


Por fin llegó el Jefe de la tribu para repartir las galletas entre los niños y así evitar peleas.



Mezquita representativa de la arquitectura tradicional.

Me invitaron a sacar agua del pozo con esta curiosa vasija.


El Jefe de esta otra tribu, observando.



Por el aspecto del terreno me dio la impresión de que trabajaban en una mina.







Aquí te ofrecen hasta una máquina de coser.





En una casa de misioneras. Ese día tenían una reunión anual con la comunidad católicaa. De pequeña dijeronque en AFRICAtenian unos grandes calderos para guisar a los blancos.
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 m



Estas dos mujeres llegaron las últimas, después de caminar 60 Km.

A la mañana siguiente, muy recogidas en la misa.





Ventas en plena carretera: carne, gasolina, bebidas, utensilios...





Los niños venían siempre al ver el furgón.

Al que me pareció más listo le pedí que me acompañara a buscar una gasolinera.

 A continuación cogí un tren que me llevaría de Bamako a Dakar.









Todo el trayecto lo pasé contemplando los Baobabs, una belleza para mi hasta entonces desconocida.


Un joven encantador que se acercó a saludarme.


Como había pasado tantas fronteras se me agotó el papel amarillo que exigía RACE. Se me ocurrió coger una hoja de papel blanco y cuadricularla a mano. Coló, no me pusieron ningún problema.

De la habitación de al lado me hicieron señas para que entrara. Estaban comiendo pescado frito y me ofrecieron.

Al salir vi a este tipo coqueteando con estas chicas y con los pies sobre la mesa. Quise sacar una foto a la escena sin que él se diera cuenta, pero se percató de mis intenciones y enseguida se colocó para la foto.



Con el Embajador.

Quería sacar algún visado y el embajador me recomendo que aparcara la furgoneta para evitar molestias con la policía. Me ofreció el coche de la embajada con el chofer, este señor tan elegante que aparece en la foto (mientras saluda a su familia). Con esta recomendación pude sacar hasta tres visados en una hora, aunque luego no los necesité.

Con la familia del chofer.

En la playa, llegando los barcos con el pescado.





Camino a San Luis, por el desierto con los camellos.

Me rodeaan el coche los muchachos queriendo que les comprara el ticket para cruzar el río en una barca. Era tal el agobio que comenzé a pitar hasta que llegó la policía, que se ofreció a solucionarme el problema sin que yo tuviera que bajar del coche. Al final fue el policía el que cobró en demasía.

Ya en Nouakchott contraté un guía con coche y un chofer para conducir por la arena del desierto.

Tuvimos que hacer noche.




Y aquí empezó la historia. Como se puede ver en las fotos anteriores, después de aparcar junto a los camiones, insistieron en que separara un poco mi coche de los otros para, durante la noche, manipular y perforar el radiador. A la mañana siguiente, mientras conducía el guía, observé que subía la temperatura del motor. Hubo que parar e ir con el coche del guía a Nouadhibou a buscar una grúa. Me exigieron un precio muy elevado y en metálico. Cuando les dije que aceptaba noté que se soprendieron puesto que lo hacían para que tuviera que dejar el coche. Recordé en ese momento todos los coches quemados que había visto en ese trayecto por el desierto, ya que la gente prefería quemarlos antes que dejarselos.
Al llegar donde debía estar el coche, había desaparecido.

Con el coche del guía estuvimos dando vueltas a ver si lo encontrábamos mientras yo tomaba fotos del paisaje. Por fin apareció un coche rojo y le pedí al chofer que le hiciera señas para que parara. Se bajó un señor y se acercó al coche del guía. Al saludarlo me contestó en español así que le pregunté por el coche de la banderas y me dijo que lo había visto oculto detrás de una duna, y me señaló con el brazo la dirección. Me advirtió que aquella grúa que yo había pagado trabajaba para los ladrones del coche. Fuimos en la dirección que nos dijo y allí estaba. 

Durante la búsqueda tropezamos con esta pareja que visitaba todos los años Gran Canaria.

Cuando llegó la grúa querían pedirme más dinero así que los amenacé diciéndoles que mis hijos llamarían a la policía y a la Embajada de España. Accedieron entonces a llevar mi coche hasta Nouadhibou. Todo esto tiene mucha más historia pero me resulta muy largo de contar. Basta con saber que ya una vez advertida supe llevar las cosas por su camino y salir airosa.


El día anterior había aquí una cabra. Al día siguiente estos son  los restos que quedaron de ella tras la cena.

De vez en cuiando se asomaba este muchacho por si yo, que iba dentro de la furgoneta, necesitaba algo.

Nada más llegar al Nouadhibou fui al Consulado. El Cónsul fue muy atento y me aconsejó sobre lo que tenía que hacer. Incluso me conseguió un guía para llegar luego hasta la frontera con Marruecos. Se comportó como si fuera mi hijo.

M recomendó el restaurante de una francesa encantadora, que al final se despidió muy apenada.



Mientras tomaba el té, apareció el guía de nuevo pidiéndome más dinero. Le dije a mi acompañante, que hablaba español, que le pidiera que desapareciesa de mi vista. Y desapareció.


Por fuera del taller.

Con el nuevo guía, que resultó ser excelente (y a un precio justo).

Por el camino me encontré un con coche que llevaba dos madrileños y un joven francés que habían recogido por el camino. Les pedí que nos uniéramos para poder recorrer el desierto de forma más segura. Ellos también observaron que mi guía era muy eficiente. 
En la frontera los militares retenían a los viajeros durante tres días. Los madrileños hablaron con el Jefe de los militares y les dijeron que yo no me encontraba bien y con eso nos dejaron pasar.
 Como no había donde comer abrí unos botes de verduras, preparé algo y los invité. El joven francés, muy agradecido, me dijo: "¡Gracias, Santa Ana!".


Bonito puente.

Nada más entrar en Marruecos descubrí esta maravillosa costa. Las playas de Agadir eran preciosas, como todos los parajes naturales de la zona.


la tumba de Hassan II.


Coincidió con el día del Cordero Pascual.


Toda esta gente en la playa estaba lavando las pieles de los corderos.

La frontera de Argelia estaba cerrada. Tuve que ir a España para entrar directamente en barco a Túnez. 



El personal de la Embajda era un grupo muy unido. Todos los días tenían algo que celebrar.

El primer día de celebración almorzamos una enorme paella con todos estos pajaritos fritos.


Segundo día. 

Tercer día.

Cuarto día.

El quinto día rematamos dentro de mi furgón.

Visitando el Zoco.

Estuve doce días visitando la embajada de Libia para que me dejaran pasar hacia Egipto, pero no hubo forma. Me decían que una mujer no podía ir sola porque podía dedicarse a ciertos menesteres, mientras que yo opinaba que el peligro era ir acompañada. 

Por fin cogí un barco que me llevaría a Sicilia.



 Luego de Sicilia a Grecia, para finalmente ir de Grecia a Turquía.


De paso por las Islas Griegas.

Recorrí la costa de Turquía, aquella que Marco Antonio regaló a Cleopatra por su belleza (la de la costa). A mitad de camino subí a ver la Capadósia.


Llegando a Siria.


Visitando Petra, en Jordania.

 Subí a un barco ya de noche sin saber muy bien a donde iba, con este grupo de sudamericanos guíado por un sacerdote.

 Me encontré visitando el monte Sinaí.


Frente al monasterio de Santa Catalina.


Dentro del monasterio, donde pude ver cómo esta conservada la zarza que ardía y no se quemaba.

Por fin, Egipto. Acompañada de un policía que me asombró leyéndome el pensamiento cuando quise dar la vuelta en medio de un puente para fotografíar el barco navegando en el Río Nilo.

De esta forma comprobé el curioso sistema de conducción egipcio, sin semáforos ni señal alguna más que las que se hacían manualmente. 

Disfruté de lo lindo, conduciendo en sentido contrario con los burros.



En Alejandría ya fue la monda. Un vendaval se llevó por delante los puestos ambulantes: un polocía me indicaba una dirección y los nativos, la contaria, para que visitase sus calles. No tuve duda en escoger la segunda opción y el policía ni se inmutó.

Ya formalmente en Egipto.



Visitando la Embajada española, donde ya empiezan las invitaciones.



Acompañada por un periodista, que me aconsejó tomar la ruta por el desierto para ir a la presa de Aswan ya que por la ruta normal solían haber problemas con las policía por la protección al turismo.





Una postal de las rocas blancas al final del desierto. No era fácil acercarse con la furgoneta.



Un grupo de turistas españoles.


El Padre Nuestro en Español.

En el Muro de las Lamentaciones.

Conseguí que un monje de Burgos me acompañara a las visitas, el Padre Pedro.

Recordé que mi padre comentaba a menudo que a Jesucristo lo reconicieron por la forma de partir el pan y que sentía mucha curiosidad por saber como lo haría. Se lo pregunté al Padre Pedro y me contestó: "Muy sencillo: cogiendo el pan con las dos manos, una por cada extremo, y doblándolo para luego entregar dos medios panes a dos personas a la vez". Me quedé satisfecha.




Dentro de un templo sobre una montaña me colé por una verja para comtemplar las espectaculares vistas. Entonces el Padre Pedro preguntó sorprendido: "¡¿Cómo hemos llegado hasta aquí si está totalmente prohibida la entrada?!".

Aquí, la estrella de las catorce puntas donde nació Jesucristo.

La tumba de la Virgen María.

El Huerto de los Olivos.

Comiéndonos un pescado que también se llamaba Pedro, con vistas al lago Tiberíade.

Una familia de judíos llegados de Argentina, que muy amablemente me acogieron y me sirvieron de intérpretes.

Ya en Jaifas, de donde salí en un crucero hacia Grecia.


De camino, visitando el Arzobispo Macario en la isla de Madagascar.




Con esto acaba mi aventura por la tierra africana. Puedo decir que África tiene algo tan especial que te atrapa. Yo recomiendo todos los lugares que he visitado, pero sigo insistiendo en que África tiene algo especial.
Mi siguiente viaje fue a Islandia, Reino Unido e Irlanda. Podrán descubrirlo en mi próxima entrada.

Otro de mis viajes fué por Oriente.  Desde Moscú, atravesé el desiento de Kasastán y llegué a la ciudad de Almaty, cerca de la frontera con China,  Hong-Kong,  Filipinas,  Australia,  Nueva Zelanda,  Singapur,  India,  Paquistán,  Irán,  Turquía  y  Grecia.  Desde Grecia, en barco por el Mar Adriático llegué hasta Trieste (Italia)  y ya conduciendo, hasta Cádiz.  A la llegada al muelle de Tenerife me presentaron a mi nuevo nieto, Eduardo.  
De todo este viaje escribí un libro titulado:  -"¿Y TÚ, ADÓNDE VAS? El viaje de Ana Padrón."
Tiene 428 fotos en color con explicaciones y anécdotas. Las personas que lo han leido me han comentado que han vivido el viaje como si hubiesen estado a mi lado.



2 comentarios:

  1. mi querida Sra. Ana, un viajero Chicharrero desde Lautaro en Chile, emocionante su historia viajera, le felicito por sus vivencias que se detecta amor, cariño y también la tremenda elegancia de Ud.
    FELICIDADES
    MIGUEL GIMENEZ RUIZ

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  2. Me encantó leerla y descubrirla. Y tal y como usted dice, nada es por casualidad

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